Título: Paisajes de Cuarentena (serie) Género: Fotografía, dibujo Dimensiones: Variable Materiales: Foto digital, papel, grafito, acuarela, tinta Breve descripción: Una vez que la cuarentena comenzó decidí explorar el entorno y pensar los diferentes caracteres que he creado y sus posibles experiencias. He dejado que el proceso de hacer dicte el camino, bajo la consigna de poli-mito-bio(grafía). Desde Otilia, ex amante de dictadores, pasando por Yacyatere, que habita la siesta, a Mboichinikerana. Es una serie en proceso.
La obra de Otilia Heimat es una serie de cinco imágenes desemejantes. Las imágenes nos presentan más diferencias que similitudes, ya sea en formato, género, material y contenido. Su unión es enigmática. Se puede vislumbrar personajes en algunas de las imágenes: un cerdo, un asno (quizás), un cocodrilo y un perfil humanoide. Esto resalta la ausencia de personaje – animal o humano – en la fotografía de alambre de púas cubierto en yeso o pintura blanca. Cuatro de las imágenes son fotos, dejando impar al dibujo en tinta. Tres fotos son oscuras, con apenas un foco tenue de luz que revela animales de juguete. Las otras dos imágenes representan más claridad que oscuridad. Cuatro están a color; la del cocodrilo está en escala de gris. Cuatro tienen formato de rectángulo – dos verticales, dos horizontales, mientras que la del asno es casi un cuadrado.
Las escenas construidas son dramáticas. Los animales de juguete están representados con un claroscuro extremo. La resolución granosa de estas tres fotos son reminiscentes de fotografía analógica o películas antiguas, casi como si se tratara de un still. Los bordes de los pequeños cuerpos de plástico se desdibujan, esforzando la mirada. ¿Se relacionan estos personajes entre sí? Parecen convivir en un mismo mundo de tinieblas. La mirada fija del cerdo aparenta burlona, cáustica y confiada. El cocodrilo nos presenta sus mandíbulas formidables. Del asno apenas se ve un par de piernas borrosas, pero con indicios más complejos de su entorno: una pared y unas masas amorfas de color rosa y amarillo que podrían ser pétalos. ¿Se trata de un pesebre sombrío?
La cara humanoide en tintas grises cobra vida a partir de unos trazos fijos que marcan mentón, labios, nariz, frente y orejas de conejo. El resto se esfuma en manchas y pinceladas translúcidas. La ausencia de ojos sugiere una criatura ciega. Presenta su rostro a un viento o flujo de agua que amenaza con borrarla de la hoja. Su expresión es apacible y serena.
Finalmente, la última fotografía parece retratar una pared gris cubierta con yeso o pintura blanca y alambres de púa. El emparejamiento es incongruo. El material blanco es espeso y fue aplicado con prisa y/o descuido, dejando un borde grueso con forma orgánica. La pared gris aparece granosa, como las fotos de los animales.
Un mundo incierto habitan estas imágenes. Un hilo conductor entre todas que llama la atención es la imprecisión. Las figuras y formas se confunden, como si al próximo instante fueran a desaparecer. Las miramos y sus detalles evaden la memoria. Las volvemos a mirar, buscando anclarnos en algún detalle sólido. Encontramos, en vez, ambigüedad.