Descripción: Dibujo en tinta China con técnica de puntillismo sobre papel de 300gr formato A4
Texto reflexión de Johana Gómez
La obra propuesta por el artista Wolfgang Krauch en una primera impresión genera en el espectador cierta aflicción e incertidumbre, la pena de ver un cuerpo tendido o entregado, tal vez superado por el desgano y sin fuerzas para continuar.
Un hombre que fue despojado de algo que significaba demasiado.
La creación artística en cuestión es un dibujo a tinta china realizado sobre papel aplicando la técnica del puntillismo, aparentemente es un autorretrato, la expresión del rostro transmite tranquilidad y serenidad, parece esperar pacientemente lo peor, en cambio el brazo extendido llama a la empatía y nos invita a salvarlo.
Presenta características similares a la pintura "Ofelia" de John Everett Millais, aunque existen cualidades que la diferencian y presentan peculiaridades distintas me resulta posible afirmar que de alguna manera comparten el mismo pesar de angustia, tristeza e impotencia.
En la obra de Millais, Ofelia se ahoga luego de descubrir que su enamorado ha matado a su padre, situación que le lleva prácticamente a la locura. Al comparar esta naturaleza espiritual es factible que puedan relacionarse los sentimientos que experimentan los personajes de ambas obras.
La inseguridad fomentada por las circunstancias parece corresponder perfectamente a la búsqueda de ayuda y socorro porque hemos de admitir que nos vimos expuestos al borde de la locura que fue generada a consecuencia del confinamiento. Cambios radicales en nuestra rutina habitual que se instalaron sin pronunciarse, la desesperanza nos abrazó y caímos rendidos a ella, no fue un percance sino más bien por abandono de las ganas de vivir.
En este juego hemos únicamente perdido, empezamos despojándonos de cosas superfluas pero igual de importantes para algunos tanto como dar amor a un ser querido porque he ahí lo segundo que fuimos perdiendo.
La esperanza se disuelve, nos sumergimos en el abismo de la duda, el miedo y la perplejidad, por primera vez el sentimiento de vulnerabilidad se hace general, nos convertimos en seres impotentes, incapaces de controlar ésta situación que nos aqueja el alma. Vivimos bajo los designios de un virus que ha distorsionado nuestra forma habitual de percibir el mundo.
Absolutamente todo se ha visto afectado para nosotros, a excepción de la naturaleza a quien dimos la oportunidad y el espacio que era ya tan necesaria para acrecer.
Al fin y al cabo, la enseñanza es para el humano, aquel déspota desinteresado de las necesidades que lo rodean