Descripción: Formato: Vídeo Duración: 3’56’’ Año: 2021 Al inicio del vídeo, una voz recita una poesía. Se observan fotografías de calles, edificios y plazas. Luego, con la pantalla en negro, otra voz describe una tarde que se llenaba de oscuridad, humo y bombas. De nuevo la transición de fotografías, esta vez, acompañada con registros sonoros que mezclan relatos de periodistas, gritos, explosiones y sirenas. En contraste con la aparente calma observada en las imágenes, la confusión generada por la sobreexposición de voces refieren a que algo ocurrió en esos lugares y que no se deja ver por completo. La obra intenta pensar la siesta como un momento que podría considerarse liminal. Un lugar de paso entre la mañana que ya no es y la víspera que está siendo. A esas horas en que la luz del sol puede llegar a colmar la superficie de la tierra, dejando poca chance de sombra, encandilando los ojos, los sueños suelen ser más inquietantes. Tal vez porque la mente navega a plena luz en el mar del inconsciente. Considerando esa tensión, imagino al cuerpo en reposo con la potencia de quien sabe que las cosas no culminan antes del ocaso. La energía de un momento histórico, de inflexión, anuncia algo que va tomando forma, en oposición a un sistema cuyas raíces oscuras debían ser al menos cortadas. Al atardecer, las voces dejan en claro que no se irán. Entre disparos, una sociedad evita volver a una larga siesta de ojos encandilados.
Texto de Fausto Irala
La obra de Ocampos distorsiona el tiempo y espacio con una serie de fotografías que retratan lugares vagamente reconocibles, nos sitúan y nos ilumina bajo un resplandeciente sol de mediodía. Con las imágenes crea una secuencia que se adjuntan en un video; secuencias que nos ofrecen partes de narraciones discontinuas, donde los registros sonoros crean el hilo conductor que se entretejen y nos conectan, movilizando nuestra propia experiencia, haciéndonos simbólicamente partícipes de los violentos sucesos que han puesto en riesgo la soberanía Paraguaya.
La obra (en sí) es atemporal, nos confrontamos con distintos periodos de interacción, como el marzo Paraguayo de 1999 y el tratado de la enmienda constitucional del 2017. No hay un orden lógico cuando todo se entrelaza y nos persigue todo el peso del pasado, lo que perdura es el cimiento de la memoria que se mantiene latente en esos espacios retratados, la lucha, exigiendo la trasparencia y justicia que tanto se anhela en estos tiempos.
El contexto insta a adentrarnos en el imaginario del artista, que va representando la transición de forma a qué seamos uno con la obra, en la que él deambula sigilosamente en el presente que ¿aún se encuentra arraigado en el pasado? Estamos cruzando por un periodo de cambios que generan una gran incertidumbre, en la que el artista asimila un riesgo inminente que, mediante a las imágenes, nos induce a creer que los conflictos no han acabado, dejándonos con la incógnita de un futuro próximo. Estos cambios que trajo consigo la crisis sanitaria del covid-19 desde marzo del año 2020, ha creado una tensión casi tangible, entre el miedo y las nuevas normas de convivencia que nos han impuesto, obligándonos a estar en confinamiento, cada uno resguardándose en su propio espacio, ¿estas nuevas normas han reavivado la oscura memoria de conflictos pasados? Ya casi nadie se deja doblegar ante el riesgo que representa desafiar la autoridad como en tiempos memorables, pero no quiere decir que sea menos violento, nuestra mirada se mantiene atenta ante cualquier falta por parte del estado. La tarde empieza a avanzar hacia horas más cálidas, horas en que debemos retomar el control y que podrían ser decisivos para el futuro.