Descripción: Instalación de hamaca intervenida con los siguientes materiales: mezcla de harina de maíz, jarabe de maíz, colorantes, agua, propilenglicol, besoato de sodio, papel, nylon, huesos. Febrero 2021. Esta obra se sitúa en el espacio entre lo familiar y lo inesperado. Se aproxima a lo usual, a lo cotidiano y a lo reconfortante, pero se mantiene a una corta distancia. Este espacio puede ser una fina grieta o un barranco incalculable, capaz de contener repugnancia, violencia, dolor y miedo. Volcamos dentro de él lo familiar y nos quedamos con las manos llenas de ambigüedades. Es una siesta interrumpida, la escena de un crimen, una enorme toalla higiénica usada. En una despensa cerca de mi casa la dueña envuelve los productos "femeninos" en papel de envoltura antes de ponerlos dentro de una bolsita plástica. Un regalo de discreción.
Texto reflexión de Violeta Acuña
El reportero se encontraba en la casa a metros de la escena del suceso, titulado por los vecinos el crimen perfecto. Como pudo notar, el caso no dejaba rastro alguno o evidencia del paradero de la hija de Doña SDL, que quedó petrificada en una hamaca sobre el cuento de una desaparición. En una tarde pasiva agresiva tenía una hija, que vivía en una atmósfera enfermiza, me decía. Todos los días su cuerpo con mucho peso sentía. Ella iba a una despensa donde proveían esa medicina, que nadie sabía, aparte del que la atendía, porque lo envolvía en cartulina y a escondidas. Era el instrumento para su cometido. Regresaba siempre tranquila, aunque esa tarde había olvido sus pastillas, todas las anticonceptivas, eso también la deprimía. Tenía una hamaca donde en la tarde se tendía, mientras no comprendía porque tanta desidia en expresar lo que sentía. Amaba su cuerpo tanto para hacerlo trizas, sentía como un sacrificio el cortar su vejiga, me decía. Regañaba a la tecnología por su desdicha y su sueño platónico de vivir tranquila, caminar por la vereda sin ser prendida por miradas abusivas, por andanzas corrosivas. Por tanta injusticia, me decía. Después de cuatro años sin ovular, vea pues, un día se cansó, y quiso dolerse para volver a sentir. Después de años sin distinguir ni frío ni calor, una tarde se decidió y en su hamaca se tendió, entre escalofríos y ráfagas de calor su sangre la recorrió. El reportero boquiabierto supuso por un momento, que la propia madre como cómplice se rebeló.