Descripción: En 2020 tomé un libro de niños para colorear y dibujar con la intención de bosquejar en Él las líneas maníaticas que habían surgido en mi trabajo a consecuencia de los sucesos de ese año. Se trata de un libro con ilustraciones de lugares icónicos de la Ciudad en la que vivo actualmente; Bristol, Reino Unido. En sus páginas existe una hoja con la imagen y en la página previa una hoja en blanco para poder interpretar o representar alguna otra figura o memoria de tu propia experiencia en esta Ciudad. Fue así que encontré una forma de poder jugar libremente con ese cambio radical que se presentó en 2020, de poder aventurarme a explorar con lápiz y papel en la ‘comodidad’ de mi casa, no solo un encierro impuesto si no también con la tecnologización de nuestras vidas marcando nuestros pasos. La primer ilustración que escogí fue la representación de una de las estructuras más famosas y representativas de la Ciudad, ‘El Puente de Suspensión de Clifton’ el cual ha sido aclamado como una de las estructuras más importantes que se construyeron durante la época Victoriana, y considerado como un logro e ícono importante de la Ingeniería. Pero para mí representa algo más sencillo, es más bien, el camino directo a casa. Un lugar que atravieso en mi vida diaria y que me conecta con la Ciudad. No imagino mi vida sin él. Aunque el libro en sí se encuentra aún en el proceso de ser terminado, cuenta ya con la primer imagen creada, descrita previamente. Para esto decidí realizar un video corto de 4 minutos. Considero que el video sería la major opción para poder representar la idea en general.
Texto reflexión de Rebeca Benítez Sosa
En el ojo queda el Suspenso atravesado de un relato hendido a su vez por otros suspensos, de planos, de formas, de puntos de referencias, de cotidianos, de existencias suspendidas nuevamente, a su vez, en el fluido de la incertidumbre del tiempo en el que emergió.
El puente irremediablemente invita a ser atravesado, avanzando sobre la línea, desenfoca un posible horizonte y sutilmente sumerge en otra perspectiva, acuosa, líquidamente irresistible. Atravesar implica un atravesamiento propio, en su devenir puntos, puentes, partida y llegada deviene además estados de impermanencia. El puente es sostenido por estructuras sólidas evitando así la superficie líquida que provoca suspenso en blanco y negro celebrando los matices.
En la obra, esta posibilidad es borrosa. El movimiento que generan las curvas, el enfoque y desenfoque del ojo que mira lo que luego será mirado, hace sentirse en una danza hipnótica de sensaciones, siempre líquidas y sin márgenes. Como cuando a mitad de recorrido, paramos a observar el flujo continuo del agua, la imagen parece reflejar su antípoda, que ahora borronea el contorno que separa el cielo de la tierra y el puente del caminante.
Atravesar con el ojo esta obra borronea también los contornos sensoriales del cuerpo, ya que, en instantes, uno, cuerpo-memoria, deviene esas páginas en blanco del libro, ahora también líquido y deforme, se dibuja como puente, en suspenso, de lo que atraviesa. He habitado en esta obra como se habita el agua: flote sensaciones y ahogué, en la profundidad que logra la convivencia, toda pretensión de certeza; me lancé en salto libre a las metáforas del agua y de todas las palabras que traían a la orilla.